Juan Luis Cebrián: “En la historia de las culturas desempeña, a no dudar, un papel relevante la de las religiones, y de ahí se deriva el frecuente abuso intelectual que tiende a confundir éstas con las civilizaciones propiamente dichas. Sería absurdo negar que la religión, y su práctica, han tenido enorme influencia en el devenir de los humanos. Pero, a estas alturas, resulta un dislate hablar de civilización cristiana (últimamente convertida incluso en judeo-cristiana, contra toda evidencia) o de civilización musulmana, tanto como hablar de la civilización occidental, a secas. No obstante, estos son términos de uso común en los que hemos sido aleccionados desde la escuela y cuya utilización en el debate comienza a ser casi imprescindible. ¿Qué tiene que ver el pentecostalismo americano o el fundamentalismo de sus telepredicadores con la iglesia de Roma, por mucho que todos reclamen el cristianismo como patrimonio propio? ¿Definiríamos a Indonesia como una muestra ejemplar de la civilización musulmana, por el solo hecho de ser un país cuya inmensa población practica en gran medida dicha creencia? La deriva a confundir o identificar las civilizaciones con las religiones —especialmente con las del libro— permite ignorar el pluralismo que anida en cada una de ellas y del que, sin ir más lejos, constituye una trágica demostración el enfrentamiento en Irak entre suníes y chiíes.” Barbarie, religión y progreso.