Afganistán sigue en guerra, mueren soldados y civiles a diario, los talibanes se han fortalecido y la producción de opio se ha multiplicado. Y nadie pide explicaciones a Estados Unidos. Dios no lo quiera, pero si algún día invaden Suecia convierten IKEA en un dispensador de muebles de autocaravanas. Javier Monjas explica la situación del país: “Más allá de la invasión del mercado internacional con un brutal superávit de más de una tercera parte de la demanda, la producción de opio provoca insospechadas consecuencias geoestratégicas en la explosiva región del Oriente Medio. Los campesinos ven cómo se enriquecen con un cultivo que, además, inflama los ardores talibanes de impunidad y dinero en la compra de armas en medio del imperio de los señores de la guerra locales que se alían a mafias diversas y a clanes de la escaramuza en un caótico panorama de descontrol que reta de tú a tú no sólo a Kabul sino al humillado general de la OTAN que no tiene más remedio que pedir refuerzos, a pesar de las contundentes operaciones de «limpieza» aliadas.” Héroes de la heroína, creyentes del opio del pueblo.