Entrevista a José Antonio Millán: “A mí las simplificaciones gráficas de los SMS no me preocupan, como no me preocupaba la prosa de telegrama, o las abreviaturas en los toldos de los comercios: son recursos que se usan, y no plantean grandes problemas. Algunos, incluso adquieren carta de naturaleza, como la abreviatura medieval de la doble ene, que dio lugar nada menos que a la ñ, ¡nuestra letra fetiche! Pero respecto a los neologismos, yo creo que la Academia no está nada callada: ahí están los setenta términos o acepciones informáticas que incorporó el Diccionario en el 2001, como el feo «cederrón» [de CD-ROM] (que, por cierto, nadie usa). Luego el Diccionario Panhispánico de Dudas ha incorporado muchos otros, con más manga ancha en lo que se refiere a aceptar extranjerismos. Otra tema es que estas cosas luego calen en la gente: en lengua las cosas funcionan por sufragio universal y mayoría absoluta. Ya puede la Academia, o quien sea, proponer algo, que si a los hablantes no les gusta, no lo usarán: mire usted lo que pasó con «güisqui».”