Juan Francisco Martín Seco: “En esta economía de las fusiones y absorciones, dudo que muchas de ellas deriven de razones económicas. La mayoría obedece a una cuestión de poder, tiene su origen en los planes expansionistas y megalómanos de los administradores empresariales, que llegan incluso a comprar con dinero de la propia entidad a otros gestores para que les dejen el camino libre. Algo falla en nuestras leyes cuando el Tribunal Supremo termina afirmando que estas actuaciones, si bien son contrarias a la ética y repelen socialmente, no constituyen delito puesto que fueron aprobadas por los órganos societarios. Lo que no dice es que los órganos societarios son manejados a su antojo por los gestores.
¿Quién manda en nuestra sociedad: la representación popular y el Gobierno, o los banqueros, grandes empresarios y controladores de medios de comunicación? Si hay que hacer caso a la encuesta, parece ser que los últimos. ¿Se equivocan los encuestados? Pienso que no; pero en ese caso ¿podemos hablar de democracia?” ¿Dónde radica el poder?.
2006-08-11 10:53
Interesante artículo. Da que pensar. Aunque la historia está llena de vuelcos y revueltas cuando se acumula demasiada injusticia.
2006-08-14 14:27
El razonamiento de D. Martín Seco es absolutamente obvio, cierto y exacto.
Lo asombroso a estas alturas es que todavía haya alguien que no lo conozca.
En nuestra diminuta y provinciana sociedad doméstica española, las cosas son exactamente así, y si a eso le sumamos una estructura interna muy poco democrática de los partidos políticos y unas leyes electorales hechas a la medida de los intereses de estos y no a la de los ciudadanos, el circulo acaba de cerrarse como la red que atrapa al banco de peces en la mar.
Me niego a ello y quisiera estar seguro de no ser un pez del susodicho banco.
A nivel planetario el hecho es el mismo, estableciéndose así una jerarquía perfectamente estructurada de poder.
Este tipo de obviedades soterradas, me recuerda al cuento infantil del reyezuelo al que sus sastres alimentan la vanidad, convenciéndole de que se haga un traje con un nuevo tejido maravilloso y exclusivo, pero invisible. Tuvo que ser al final la inocente voz de un niño, la que se atreviera a decir ¡el rey está desnudo!
Cuando en un país existe una manipulación vergonzosa de los medios de comunicación, que a su vez se organizan en dos bandos exclusivos A y B, rojo y azul, progre y facha, blanco o negro.
Cuando esa máquina manipula la información desde arriba, crea opinión y culta lo que no interesa.
Cuando en ese país, las listas electorales son cerradas y confeccionadas a dedo por los partidos.
Cuando no existe ni por asomo una división real de los tres poderes tradicionales.
Cuando el poder judicial es lento, partidista, parcial y obsoleto.
Ese país, no es un estado de derecho.
Ese país es una dictadura.
Una dictadura evolucionada, no-personalista, soterrada y camuflada, pero una dictadura por definición.
En otros tiempos, sabíamos perfectamente donde estaba el dictador, así como su nombre y apellidos.
Pero los tiempos cambian, los poderosos evolucionan, se adaptan, se disfrazan, actúan en la sombra y entre bambalinas.
No hay peor asunto, que no saber exactamente quién es el enemigo ni de donde te vienen los tiros.
Pero el dictador está ahí, oculto, acechante, cambiante adaptado, camuflado y mimetizado en el fragor mediático, el relumbrón y el falso vestido de la democracia y el oropel.
Dictadura con pajes alternativos, hombres de paja que se dan dentelladas por serlo cada cuatro años y ser cómplices del gran hermano.
Mientras tanto Galicia arde.
Mientras tanto España será un desierto en cuarenta o cincuenta años.
Que alguien pare a los caballos desbocados.
Yo me apeo oiga.