Valentí Puig hace una crítica serena, desde la derecha, al modelo de oposición del Partido Popular (y al PSOE, claro): “En realidad, la derecha más clásica y no poco atávica ya ha comenzado a mostrar indicios de fatalismo, de ver imposible una victoria electoral en las próximas elecciones generales y a entrar en cábalas sobre cómo y cuando renovar su liderato. Pánico y fatalismo son una combinación demoledora: nada deja a su paso, todo lo pone en duda, corroe la confianza, no pocas veces destruye partidos. Un partido político se conglomera en torno a una fluidez constructiva entre sus principios y la identidad de sus votantes, lo que obliga a no olvidar que las identidades no son fijas sino cambiantes. Sería engañoso un esquema de la coyuntura política española que limitase al PP a la representación de lo que permanece y al PSOE a la delegación de lo cambiante. Todo cambia a la vez, todos somos partes de la fluidez y de la permanencia, salvo los extremos. La unidimensión perjudica claramente al PP. Son muchos y distintos los caladeros del voto centrista si la política del centro-derecha se hace con intuición e inteligencia.” Fatalismo de derechas y arte de la fuga.