Justo Serna: “En un célebre folletín titulado Los misterios de París (1843), Eugène Sue proponía al lector visitar sus estratos más miserables, las cavas en donde los maleantes emprendían sus intrigas. Como el propio autor admitía, ese descenso a los bajos fondos era similar a un viaje, aquel que podría llevar a cabo quien quisiera averiguar cómo vivían los salvajes de otras geografías. Desde luego, tomaba esas profundidades de la metrópoli como una metáfora con la que ilustrar y condenar la dura existencia de las clases populares. Treinta años después, ese fondo intestinal de la vida parisina reaparecía en otra novela célebre, El vientre de París (1873), de Émile Zola, pero ahora el bajo fondo no era ya el figón, sino el mercado: el nuevo escenario en el que el naturalista pintaba las desigualdades, la opulencia y el hambre.” El metro y sus metáforas.