Rolando Gabrielli pinta el bullicio arquitectónico de la ciudad de Panamá: “La ciudad fue un villorrio junto a un manglar. Tuvo amanecer y anochecer, largas tardes sobre el mar que no la abandona. Quemada, saqueada, reconstruida, olvidada, y ahora en su nuevo esplendor, quiere tocar las estrellas, la cintura de las Américas, crece mirando su propio cieloraso. No hubo sketch, sino muchos sueños de conquista, expansión de crear fortalezas y vivir las urgencias de esos tiempos, como si las paredes siempre tuvieran oídos. El rey debía saberlo todo, aunque fuera engaño, mentira. De cal y canto fueron las verdades de una construcción que se niega a desaparecer. Materiales contra el tiempo y la tenacidad destructiva de piratas y bucaneros. El tiempo pareció detenerse, pero no, el mar abría las puertas a otros mundos. Y la conquista vino de tan lejos a dejar su lengua, edificaciones, su huella entre la cruz y la espada. En medio del acecho, las riquezas que se acumulaban para la metrópolis, construían la ciudad y sus defensas, conventos, catedrales, aduanas, y a todo lo que se construyó con materiales de fortalezas, aún permanece, porque el pasado no pretende ser una humillación de la historia, más bien nos la presenta reciclada.” Panamá Sky, dossier de una ciudad.