Habría que hacer una antología de columnas periodísticas escritas sin nada que decir o sin ganas. Los columnistas saben que, de vez en cuando, les saldrá un artículo en el que cuentan cómo no tienen nada que decir. Es parte del oficio. Aquí está la de Juan J. Moralejo: “Las pocas ganas de hoy algo tienen que ver con un cierto repelús, o más bien un repelús cierto, a cómo debo entrarle a temas que me importan y que en algunas cosas que leo no acaban de interesarme todo lo que debieran. Manías que uno tiene, y hasta creo que de nacimiento. Por cierto que no sé si les conté que el día en que yo nací ni hubo las grandes señales que marcaron el nacimiento de Abenámar, moro de la morería, (Nota. Esto de Abenámar es para bachilleres de 50 para arriba), ni cantaron los ruiseñores, pero la báscula dio 4,400, que no está nada mal y desde ya me hizo sentirme realidad histórica evidente y compacta, pero una realidad histórica muy a repartir en una baraja de bisabuelos y tatarabuelos que van del Ribeiro a la palentina Tierra de Campos, a la zamorana Tierra del Vino y a la santanderina Vega del Pas, aunque lo inmediato y cordial son Ribeiro y Tierra del Vino, lo cual no quiere decir que yo sea un alcohólico.” Pocas ganas.