Camilo José Cela Conde: “Con la perspectiva de la guerra en mente, la respuesta desmedida cuadra bastante y no necesita de ninguna justificación. Las guerras no la tienen. De pronto, la idea de una operación de castigo se muda en la última—por ahora—de las batallas que hoy sea libran contra terroristas (Hamás, Hizbulá; en su día, Al Fatah). Quedaron atrás los años en que la guerra era entre Israel y los Estados árabes; ahora existen otros grupos interpuestos que plantean un desafío mucho más difícil de contrarrestar (las guerras de antes no pasaban de una semana). Israel ha respondido a la provocación con el Leviatán, el manual de Hobbes. Si el Gobierno de Beirut no puede frenar a Hizbulá, es porque el Líbano no existe como auténtico Estado; los que sí lo son, disponen del monopolio de la violencia. Y si resulta que el Estado es Hizbulá, la guerra ha de llevarse contra ese grupo hasta las últimas consecuencias. El argumento parece lógico salvo en un detalle: es ésa una guerra que no se puede ganar. Lo más que va a conseguir Israel es cargarse de críticas y, en el mejor de los casos, acabar con Hizbulá para que sea otra facción radical la que la sustituya. Porque Occidente está atrapado en sus propias redes: a mayor castigo, a más guerras perdidas, mejor lo tiene el fundamentalismo musulmán. Ganará éste en las urnas siempre que las elecciones sean limpias.” La carta.