Ana Lorenzo, Inquilinos de la cultura: del préstamo al alquiler: “Ahora, de buenas a primeras y si nadie lo remedia, las bibliotecas tendrán que pagar a los autores por el préstamo público. Si ustedes eran de los que se habían llevado las manos a la cabeza por el canon al soporte digital y esperan con ilusión la impugnación de esa locura de ley de propiedad intelectual surgida de no se sabe qué intelectos, empiecen a olvidar que vayan a hacer caso de quejas que atañen a mundos hasta ahora inexplorados y en los que Google y el proyecto Gutenberg aún andan dando palos de ciego —aunque palos—, cuando en esta ya tradicional transacción que era la de lectura por libros se atreven a exigir dinero por libros, que cambia mucho la cosa; la cambia tanto que no sé por qué me molesté en explicar a mi hija que esto no era una videoteca, cariño, es una biblioteca, de biblio = libro; y aquí no se alquila porque no se paga, como en el videoclub, aquí se toma en préstamo. Ya, ya, a ver quién es el guapo que se lo cuenta ahora.”