Otra sorprendente historia de Antonio Martínez, en realidad dos: una exposición de la visión que tribus de áfrica dan de los viajes espaciales tras conocerlos a través de un artista italiano, y el montaje de Joan Fontcuberta sobre un cosmonauta ruso que el KGB habría hecho desaparecer, y que un conocido embaucador televisivo vendió como cierta: “Ambos casos —el de Boggio y el de Fontcuberta— consiguen ponernos, a través de una fábula de astronautas imaginarios, ante la misma estremecedora conclusión: si los nativos de Burkina construyen su realidad a través del mito y la imaginación, ¿con qué se construye el discurso que nos ofrece cada día la televisión? ¿Es tan grande la diferencia que separa al chamán del presentador? Y lo más importante: aquella batalla, la del logos contra el mito; ¿alguna vez se ganó?” El astronauta imaginario.