Otis B. Driftwood se dio un paseo por la Feria del Libro de Madrid y nos cuenta sus impresiones: “La Feria del Libro de Madrid «epata», excede, agobia, gusta sin embargo. Es un hervidero de gente que camina, por una vez, sin gritar (salvo, curiosamente, cuando habla por el móvil, ahora más que nunca un “mancuentro”), de familias que se llevan a los críos para que se emboben con las múltiples casetas dedicadas en exclusiva al libro infantil, de extranjeros recorriendo con sus dedos obras y obras en un idioma que con dificultad entienden. Si se observara este paseo del parque desde lo alto, como lo ven los helicópteros y las cigüeñas, parecería una gruesa vena cuyo latido se incrementa los fines de semana para regresar a un ritmo más pausado de lunes a jueves. Desde luego que la sangre que circula por esa vena no está exenta de colesterol, y en ocasiones el movimiento por ella se dificulta enormemente porque, al parecer, el afán por la lectura y las estacionales ansias de culturización están muy, pero que muy reñidas con un cierto sentido cívico.” Mirando Madrid: la Feria del Libro.