Si tuviera que idolatrar a un dios, creo que escogería a Borges; no sólo es que leyéndolo haya sido cuando más cerca he estado de la percepción de la sabiduría, sino que su estilo y su mundo literario concitan a la fe: una creencia ciega y compulsiva en sus textos, opuesta a toda lógica de sus muchos y posibles fallas. En Borges enamora en Washington Marcos Aguinis cuenta su experiencia trabajando alrededor algunos de sus cuentos con alumnos norteamericanos: “El humor de Borges fue motivo de varias observaciones. Vimos que lo practicaba en el título oximorónico de sus relatos: El atroz redentor, El proveedor de iniquidades, El asesino desinteresado, El incivil maestro de ceremonias, El brujo postergado, El espejo de tinta. Una frase se refiere a «la basura antigua y venerable». También sorprende con imágenes y situaciones disparatadas. No dice que Eastman es un criminal, sino «un proveedor de iniquidades». Pero no lo escribe así por preciosismo, sino para generar otro tipo de sensación estética. Me permití contarles una anécdota para confirmar el dato. Borges se burlaba de las expresiones falsamente «cultas» y disparó en un reportaje: «Estoy asombrado, yo sabía que era ciego, pero ahora escucho que en las radios me dicen no vidente».”
2006-05-27 09:57
José Donoso, el escritor chileno, contaba que la primera vez que tuvo conciencia de la importancia de Borges se encerró en un hotel para leer toda su obra. Después de unas semanas, se sintió tan inseguro que estuvo llorando desconsoladamente un día entero.
¡Buenos días borgeanos, Marcos!