Ana Laura Cabezuelo Arenas: “La conveniencia de que el alumno se implique en el proceso educativo adoptando un papel activo y de que sea guiado por el profesor, según las previsiones del Plan de Bolonia o de los pedagogos progres a los que alude este profesor, constituye hoy por hoy una quimera. En primer lugar, el alumno tiene el absurdo convencimiento de que matricularse en una facultad y abonar las tasas correspondientes le convierte en acreedor indiscutible a un título, al margen del esfuerzo o la dedicación. Sin el menor pudor, el alumno confiesa que ha estudiado por apuntes facilitados por terceros con los que otros aprobaron años atrás y que no ha consultado manual alguno. Si ya resulta desolador que un universitario se cuestione el primer día de clase si debe consultar un manual, la situación se torna especialmente preocupante cuando pretenden aprobar con unas notas elaboradas por otros que se refieren a leyes que ya constituyen Historia. Otra modalidad la representa el alumno que muestra un examen nefasto pero pretende aprobar por haber venido a clase, ocupando físicamente un asiento, sin más. No se trata de pasar por la universidad, sino de hacer que la universidad pase por nosotros.” Dar clases en la universidad.