Otis B. Driftwood piensa, y yo con él, que Maragall ha perdido varias oportunidades de disolver con dignidad el Parlamento catalán y convocar elecciones: “Pero, ¡ah, paradojas de la vida y eso! el referéndum no se va a desconvocar y se celebrará en la fecha prevista. Con ello, Maragall no sólo desperdicia su enésima ocasión para tomar una decisión política acertada, sino que, de hecho, ha terminado de enredar la madeja en dos aspectos: contaminando el propósito de dicho referéndum, que inevitablemente se tomará como una valoración directa a la gestión del tripartito (y que cada partido calificará según le convenga: todos ganan) y, por otro lado, alargando innecesariamente un «govern» que ahora actuará con apoyos precarios hasta las nuevas elecciones. De paso, ha reforzado (¡y de qué manera!) a sus rivales de CiU, un partido que aún necesitaría estar varios años en la oposición para purificarse de los muchos vicios contraídos en dos décadas de mandamases y que, curiosamente, podría volver mucho antes al poder gracias a a la actitud de una coalición que, de habérsela inventado Berlanga, nos habría parecido exageradísima.” Jà està tut.