Cuando un político dice que la política debe ser participativa yo ya me espanto. Y no porque no crea en la participación ciudadana dentro del gobierno (más bien sólo creo en ella). Me espanto porque, paranoico que soy, pienso que, en efecto, la política se abrirá a la participación, y cuando se empiecen a ver sus efectos positivos, el mismo político que la pidió dará vuelta atrás y cerrará aún más los cauces democráticos. El gobierno de Aznar es un ejemplo. Ahora sale un legislador de Buenos Aires pidiendo que los ciudadanos puedan participar en el gobierno de su ciudad. Probablemente la única salida de la crisis. Esperemos que a la hora de la hora no se arrepienta.
Un estado eficaz es participativo.