Odio ir al banco: siempre tengo la sensación de estar haciendo esfuerzos por caerle bien al matón de la clase; además, estoy convencido de que el sistema educativo está construido elidiendo cualquier enseñanza práctica de la economía para que los bancos puedan mantenernos controlados con su jerga inaccesible: no osamos contradecir lo que no entendemos, ni a los bancos ni a los médicos. En fin, a Marta Peirao le sucede algo similar: “Lo humillante no es que la señora detrás de la ventanilla me mire directamente a los ojos y diga: no claro, es que la transferencia internacional tarda lo menos cinco días naturales. Lo humillante es que yo le devuelva la mirada y, en lugar de explicarle que me ato sola los cordones de las zapatillas y que tengo en mi casa un invento macanudo llamado Internet y que estas dos verdades aparentemente no relacionadas deberían ser suficiente para que no se insulte a mi inteligencia, le responda ah. Y me vaya igual que entré, solo que un poco más adulta y experimentada.
Preferiría que me mirara a los ojos y me dijera: la ley nos otorga cinco días (siete si cae en fin de semana) para llevarnos su sueldo al bingo y apostarlo al tráfico de armas en oriente medio o a cualquier otra actividad que nos reporte los beneficios a los que estamos acostumbrados, incluyendo la trata de blancas y las patentes de farmacia.” Su operación está siendo procesada.