Sergio Ramírez: “El año pasado en París, durante mi visita ritual a la iglesia de San Sulpicio para volver a admirar el panel que representa la misteriosa lucha de Jacob con el ángel, pintado por Delacroix, presté oído a lo que un entusiasta guía explicaba a su nutrido rebaño de turistas, y los mantenía arrobados: el horrendo crimen de la monja guardiana del templo a manos del malvado Silas, el monje numerario del Opus Dei que buscaba recuperar allí la clave del secreto de la descendencia de Jesús y María Magdalena, todo contado en las páginas de El Código Da Vinci. Por eso estaban allí en romería.Sin haber leído hasta entonces el libro, pero habiendo escuchado tanto acerca de él, volvió a impresionarme la mágica virtud de la literatura, que convence a los lectores de las verdades de la ficción, a tal grado que son capaces de emprender un tour para conocer los escenarios donde la supuesta acción tiene lugar. Nunca me he librado yo mismo del engaño, y por eso siempre alzo los ojos hacia las torres de Notre Dame esperando ver asomarse la figura del jorobado Cuasimodo, héroe de la novela de Víctor Hugo.” Envidiables patrañas.