Joan Barril, Perdemos aceite: “A este paso el aceite de oliva deberá ser mostrado y ofrecido en armarios blindados cerrados con llave. Y cuando el cliente busque una botellita de aceite extra virgen deberá dejar sus datos en el mostrador y un segurata acompañará a la dependienta para proceder a la abertura del tabernáculo de los santos óleos.
Ese fenómeno no va a tener lugar en un supermercado de Reikiavik o de las islas del Pacífico sur. El aceite de oliva se está convirtiendo en una grasa tan salutífera para el cuerpo como onerosa para el bolsillo precisamente en el país de los aceituneros altivos a los que cantaba Miguel Hernández. Se nos dirá que todo sube y que el euro es una moneda pérfida y que la cosecha no ha sido ubérrima. Pero mientras los consumidores vemos cómo el aceite sube y sube, los aceituneros van perdiendo su legendaria altivez y ven cómo el coste del aceite en origen va rebajándose. Una vez más el precio de las cosas se hunde en un curioso agujero negro del que, tratándose del aceite, nadie lo va a sacar porque es materia resbalosa y extraña.”