Soy el tipo de espectador que los aficionados al cine detestan: prefiero no ir a la sala. En gran parte es cuestión de tiempo; ir y volver, tener que estar ahí a una hora determinada, cuando no sé nunca a que hora puedo hacerme un hueco. Y creo que la mayoría piensa lo mismo, por comodidad, por cansancio, por precio, prefieren el cine en casa. O directamente en el ordenador. José Aguilar: “Las salas de cine de Estados Unidos vendieron el año pasado 1.400 millones de entradas. Parecen muchas, pero son bastante menos que en años anteriores. Y, sobre todo, los estadounidenses compraron 1.600 millones de DVD en el mismo 2005. Más películas en deuvedés que entradas para ver películas, a pesar de que éstas cuestan la tercera parte. La industria, como es natural, se ha percatado de la tendencia. Los grandes estudios cinematográficos USA siguen ganando dinero, pero solamente el 16% de sus ingresos mundiales proceden de las salas, mientras que el 47% lo obtienen de la venta de DVD y videocassettes, y el resto lo sacan ya de los derechos televisivos de los filmes que producen. Eso, sin contar la explotación de videojuegos inspirados en películas. El cambio es fundamental: el beneficio, que es el motor que mueve esta fábrica de sueños, como las demás fábricas, ya no se encuentra en la gran pantalla, sino en la pequeña. Y esperen a que se popularice el cine en el teléfono móvil. Minicine total.” Cine fuera del cine.