Ariel Dorfman: “Me explicó calladamente, con un aire atónito, casi pasmado, que había llevado a cabo su trabajo pastoral exactamente como lo hubiera hecho de ser católico o protestante. No había cometido ni una falta de disciplina ni incurrido en la menor muestra de deslealtad. Se había visto a sí mismo como un defensor de su patria, luchando en contra del terrorismo. Era su misión, pensaba, mostrarles otra cara, respetuosa y tolerante, de los Estados Unidos a esos prisioneros que habían sido apresados en las lejanías de Afganistán y transportados al otro lado del mundo sin tener la posibilidad de un juicio o siquiera de una acusación. Una gestión que le había valido unas felicitaciones, dos días antes de que se lo arrestara, de parte de sus superiores. No cabía duda, entonces, de que si se desconfiaba de él era debido a su fe musulmana, la sospecha de que su verdadera fidelidad era hacia Alá, ese Dios no-americano. A ningún cristiano en el Ejército de los Estados Unidos se le había preguntado si creía más en Jesucristo o más en la Constitución norteamericana. A ningún judío se le exigía que eligiera entre el Dios de los hebreos o America the Beautiful.” El caso del ‘talibán chino’.