Mariano Gistaín, aplicando ese sarcasmo amable e interrupto a la actualidad postpascual: “La gente quiere las iglesias para que la boda tenga más realce, pero luego sólo está la hipoteca, el fútbol, el campeonato de dardos, ir a cenar y el modelo ontológico de Sexo en Nueva York, que es una serie en la que nadie trabaja. Lo fundamental en el cine es que nadie trabaje nunca. Lo demás son documentales y telediarios, que aún conservan imágenes de archivo de alguien haciendo algo. La ley que abarata el divorcio ha sido lo más importante que ha hecho este Gobierno. Esa ley ya acaba ella sola con el terrorismo, aunque sea a medio plazo. Abaratarlo todo, simplificar lo que es muy burocrático, limar requisitos que sólo sirven para molestar a la gente haciéndole rellenar papeles y acarrearlos de un lado a otro. Ventanillas omnipresentes. Todo cambia, pero la ventanilla permanece. Cómo ha quedado el mundo tras este fin de ídem, los responsables de Tráfico podrían ahorrarse —ahorrarnos— la pasta que se gastan en anuncios macabros.” Religión gasolina.