He vivido muchos años entre turistas, conozco bien sus superficialidades. La gente culta prefiere apartarse de ellos y llamarse viajera, pero sigue siendo lo otro. En todas las ciudades en las que he vivido he sido viajero, turista. Los domingos, La Jornada ofrece una columna que invita a conocer mejor el acervo cultural de esa ciudad enorme. Ángles González Gamio: “México tiene una larga tradición en la creación de bibliotecas, que data de la época prehispánica. Cabe recordar los códices, que eran los libros que recogían la historia, costumbres, leyes, creencias y demás de nuestros antepasados indígenas, escritos en bellas y coloridas pictografías que fueron salvajemente destruidos por los evangelizadores españoles, por considerarlos obras de idolatría. Escriben los cronistas que cientos de volúmenes fueron sacados de las “casas de libros” para pasar a la pira.
Los pocos que se salvaron nos permiten imaginar las maravillas que se perdieron; algunos de los códices sobrevivientes, plasmados en lienzos de algodón, pieles, papeles de amate y europeos, se encuentran muy bien custodiados en una bóveda como de banco, con temperatura y humedad controladas, en las entrañas del Museo Nacional de Antropología, a cargo de la biblioteca que aloja el magno recinto y que ahora es dirigida por la brillante y simpatiquísima etnóloga Julieta Gil Elorduy, quien sobrevivió recientemente a la cornada del toro Pajarito, que brincó a los tendidos en la Plaza México.” Muy antigua biblioteca.