Manuel Rodríguez Rivero, Leer, un placer diferido: “Si leer es un placer, no lo es inicialmente. A él se llega sólo tras cierta ascesis que, a menudo, no supone un camino fácil. Nunca lo fue. Aprender a leer es un rito de iniciación que no es necesario para acceder a otras formas más populares de entretenimiento. Alberto Manguel nos ha explicado en Una historia de la lectura que en la sociedad judía medieval la iniciación se acompañaba de un ritual complejo que incluía que el niño lamiera la pizarra untada en miel en la que estaba escrito el alfabeto hebreo que iba a ser aprendido. Leer era, también, asimilar corporalmente.”