La necesidad de reconocimiento, de ser reconocidos como ciudadanos, como seres humanos, como miembros de algo, es uno de los motores sociales más potentes. Pero si no se nos reconoce en la sociedad, entonces nos desarraigamos de esa sociedad y empezamos a buscar el reconocimiento en otras partes, explica Javier de Lucas. Y sigue: “El virus del desarraigo se extiende y con él crece la fractura social—en particular en clave generacional—, y la necesidad de encontrar alternativas de reconocimiento fuera de los mecanismos que habíamos creado y hoy se revelan impotentes. El incremento del fenómeno de las bandas juveniles, por poner un ejemplo, tiene mucho que ver con esa necesidad que somos incapaces de satisfacer a través de los viejos cauces de la familia, la escuela o el trabajo. Y cuando hablamos de colectivos particularmente vulnerables, entre los que sin duda se encuentran los inmigrantes, a quienes no se facilita precisamente la vida familiar, ni la inserción en la escuela, ni en el trabajo, en condiciones de igualdad, la consecuencia es que la necesidad de encontrar ese reconocimiento mediante mecanismos y prácticas que se ajustan a lo que siempre hemos considerado manifestaciones de desviación, marginación o delincuencia, crece exponencialmente. Y aumenta el resentimiento, un veneno social más peligroso que las pandemias aviares.” Luchas por el reconocimiento.
2006-04-06 06:36
Yo me pregunto cuál es la base para asociar al inmigrante con la criminalidad. ¿Es esto observación empírica? ¿O hay datos?