Cuando se tiene un cuerpo de funcionarios tan grande como el que tenemos en España, ha de regularse y cuidarse mucho si no se quiere caer en una burocracia lenta y desganada y un funcionamiento general caduco; en parte ya sucede, y en principio el plan de “castigar” al que no cumpla con el trabajo por el que se le paga es loable. El problema está en cómo se lleva eso a cabo, quién controla a los controladores, cuánto se tardará a adormecer a las leyes y hasta qué punto no se convertirá en una caza de brujas: “La propuesta de premiar a los funcionarios eficientes me parece bien y me provoca un recelo: que sea una máquina injusta partidista, no para estimular el trabajo del funcionario, sino para disponer de un mecanismo que permita rodearse a los partidos en el poder de dóciles y obedientes, a la vez que se deshace de honestos, que los honestos pueden llegar a ser muy incómodos.” Luis del Val, Funcionarios a funcionar.