Las incongruencias que Carlos Taibo le achaca a Aznar son extensibles a gran parte de las cúpulas gobernantes de los principales países occidentales —que no lo dicen, pero actuan en la misma dirección—, una sorda y silenciosa doble moral y mirada sesgada que permite mantener posiciones de privilegio y dominio; por ejempo: “Doy por descontado, también, que Aznar habrá reaccionado con un mohín ante las declaraciones que hace unos días realizó Hans Blix, el inspector de armas de Naciones Unidas que alcanzó celebridad en vísperas de la agresión estadounidense en Irak. Blix, tras preguntarse por qué Irán desearía dotarse de un programa nuclear militar, respondió que el país se sentía innegable y legítimamente amenazado: no se olvide que en el vecino y recién mentado Irak hay 130.000 soldados de EEUU, y que no faltan tampoco significativos continentes militares estadounidenses en Afganistán y Pakistán. A efectos de convencer a las autoridades iraníes de la conveniencia de renunciar a su programa militar, ¿no sería más saludable —se preguntaba Blix con buen criterio— dar algunos pasos que generasen confianza del lado de aquéllas? ¿No es, en sentido contrario, extremadamente desaconsejable seguir jugando la carta de impresentables dobles raseros que huelen en demasía a las estratagemas manipulatorias que Washington desplegó en los meses anteriores a la guerra librada en Irak en marzo de 2003?” Aznar, Hamás, Irán.