No hay mejor propaganda que la que no lo parece. En los siglos pasados, la literatura se ponía a menudo a los pies de la política, y a través de la ficción, poesía, novelas, teatro, se transmitían los valores y esquemas propicios al poder. Ahora la ficción influyente está en la tele: “El columnista de la revista Time, Joe Klein, acaba de denunciar públicamente lo que cualquier espectador avezado descubre a las primeras de cambio en la serie 24; que es una sutil legitimación de la tortura y la guerra sucia contra el terrorismo. [...] Dice Klein que esta característica es lo que le diferencia a Bauer «de otros héroes anteriores a los ataques del 11-S». De hecho hay quien ve en esta serie una especie de catarsis colectiva tras los terribles atentados, como si la sociedad americana necesitara convencerse de que hay alguien que salva al mundo de la amenaza terrorista cada cinco minutos de reloj.” Antonio Martínez, Límites de la ficción.