Siempre me he preguntado sobre la moralidad del fisgue y posterior publicación de la correspondencia privada de escritores o artistas célebres. Cuando las leo, no puedo evitar sentirme un poco como robándole el diario íntimo a una compañera de clase. Si el autor escribió esas cartas sólo para su destinatario, ¿hay derecho a que pueda acceder a ellas todo bicho viviente? Esto viene a cuenta de Mozart: cantata para prima y caca, un divertido artículo de Mario Lavista sobre la correspondencia escatológica del músico con su prima, por otra parte un buen modo de celebrar el 250 aniversario de su nacimiento: “¿Que si me gusta Mannheim? Todo lo que puede gustarme un lugar en el que no se encuentra mi prima. Perdona mi mala escritura, la pluma ya está vieja; desde hace casi veintidós años cago por el agujero que ya conoces y sin embargo todavía no se ha roto, a pesar de que he cagado muchísimo y he arrancado la caca con mis dientes… Ahora tengo que terminar, así es, porque todavía no me visto y tenemos que ir a comer para ir después otra vez a cagar, así es.”