Joan de Sagarra celebra al Ateneu Barcelonès, una institución de esas que ya no quedan, igual que cada vez parece más difícil la discusión seria de nuestra realidad, de nuestro entorno (otra cosa es el futbolismo, que dice Ramiro Cabana, político e intelectual que a diario nos corroe): “El local me era familiar, porque desde niño yo iba con mi padre a la peluquería de la casa—ya no existe—, a que Joanet me cortase el pelo – entonces llevaba flequillo-, y luego me entretenía en el jardín jugando con la tortuga. Cuando mi padre me convirtió en socio, lo primero que hice fue tomar posesión de la biblioteca. Allí descubrí alguna que otra apasionante lectura, libros que no figuraban en la biblioteca paterna, que era una señora biblioteca, ni en la del Institut Français de la Gran Via, que me la conocía al dedillo. Y así fue como, con tan sólo dieciséis añitos, me zampé en un par de tardes el Voyage au bout de la nuit, de Céline, y más adelante una escandalosa novelita de Boris Vian, firmada con pseudónimo, J´irai cracher sur vos tombes, que había llegado sorprendentemente a la biblioteca formando parte del legado del pintor Inglada. Un buen día, en unas estanterías olvidadas del tercer piso, di con una colección de la Nouvelle Revue Française de los años veinte y treinta, más de medio centenar de ejemplares de la famosa revista atados con un cordel y en parte comidos por las ratas. Allí descubrí a un personaje que iba a tener un papel decisivo en mi futura vocación teatral: el marsellés y genialoide Antonin Artaud.” Calle Canuda, número 6.