Alejandro V. García: “Cada vez que tropiezo en la acera con un vendedor de discos y películas piratas percibo una conmoción semejante a la que sentiría si me topara con uno de los grandes revolucionarios de la historia, de Marx a Bakunin. Miro al tipo mal vestido, semidescalzo, apoyado indolentemente en la pared, vigilando con los ojos entornados las esquinas y me pregunto si es consciente de las gigantescas calamidades que ciertas corporaciones poderosísimas le atribuyen a él y a las cuatro o cinco decenas de personas que se ganan la vida del mismo modo en la ciudad.
¿Es consciente este tipo apático que me observa y articula algunas palabras en un idioma incomprensible de que posee un poder revolucionario y disolvente superior al que soñaron los anarquistas decimonónicos? Si hacemos caso a lo que leemos en los diarios y vemos en televisión este hombre es, en parte, responsable de hundir grandes empresas discográficas, de reducir las ganancias de importantes multinacionales, de arruinar la industria cinematográfica, de hundir las cotizaciones en la bolsa de ciertas corporaciones y de abandonar, en fin, en la estacada a miles de músicos, cantantes, etcétera.” Piratería.