Tomás Eloy Martínez,
El racismo de nunca acabar: “Siempre se estudia la supremacía racial desde el punto de vista del oprimido. Y con razón, porque es el oprimido el que padece las consecuencias. ¿Qué sucede, sin embargo, cuando la situación se invierte, y quien ha tolerado siglos de opresión encuentra razones para creerse superior a sus opresores? Las consecuencias pueden ser igualmente nefastas e injustas.
Han aparecido algunos síntomas que no conviene pasar por alto.
Hace pocas semanas, una amiga de mi hija de diecinueve años regresó a su ciudad de origen, en Sudáfrica. Desde hace dos años, Jennifer —cuyos abuelos son holandeses, canadienses e ingleses— está enamorada de un joven negro, Moses. Al regresar, supo que la familia de Moses lo había enviado a estudiar a Londres para apartarlo de una relación que suponen perniciosa, con alguien de raza blanca.
Jennifer sabía que los padres de Moses eran defensores férreos de la llamada «teoría de la melanina», cuyo ideólogo principal, un tal Wade Nobles, sostiene que sólo la raza negra es completamente humana y que la piel blanca es un desvío animal de la naturaleza. Nobles sostiene que, como los primeros hombres fueron africanos, con la piel muy pigmentada, su evolución fue más rápida. Cita como pruebas la poderosa cultura nubia y las primeras dinastías egipcias.”