El fracaso en Irak (Oriente Medio, en general) y la mala gestión interna han puesto a la Administración Bush a la defensiva, según Carlos Pérez Llana. Esto ha provocado un cambio de rumbo que ha quedado a la vista en el último discurso del estado de la nación. “El retorno a un prudente realismo se advierte en los párrafos novedosos del discurso, asociados a los peligros que implica la dependencia energética. La hostilidad creciente contra algunos regímenes petroleros (v.g Venezuela e Irán); las dudas que despiertan las ambiciones energéticas de Rusia—expresadas en el caso de Ucrania—y la bulimia energética de China y la India explican la crítica presidencial a la “adicción” de sus compatriotas al petróleo. Viniendo de un hombre históricamente ligado a los intereses de esa industria, el compromiso de acrecentar en un 22% los fondos de investigación para energías alternativas, el apoyo a la energía nuclear y el objetivo de reducir en un 75% las importaciones petroleras de Oriente Medio constituyen tal vez los indicios de una nueva agenda americana centrada en la seguridad energética y en la gestión del ascenso internacional de China e India.” La realidad le cambia la agenda al presidente Bush.