Francesc de Carreras: “La autonomía conseguida con la Constitución de 1978 fue una gran ocasión para adecuar el catalanismo político y cultural de fines del XIX a la Catalunya de fines de siglo XX. Por un momento pareció que ello podía conseguirse. Pero con el acceso de Jordi Pujol a la presidencia de la Generalitat se vio claro que sería imposible: un nacionalista de la vieja escuela no podía reconvertir sus ideas a los tiempos presentes. Los antiguos dogmas del catalanismo no sólo siguieron vigentes sino que se acentuaron los aspectos más fundamentalistas. A una sociedad plenamente bilingüe se le quiso imponer el monolingüismo oficial, a una cultura plural y abierta se la quiso amoldar con un noucentisme de otros tiempos, a unos ciudadanos que, mayoritariamente, se sienten tan catalanes como españoles, se les quiso imponer una identidad única; el horizonte político no se situó en servirse de la autonomía sino en ofrecerles como meta una difusa soberanía. El actual Gobierno tripartito no ha sido alternativa sino continuidad. La situación, además de quedar bloqueada, ha empeorado: igual que Pujol pero sin la habilidad ni la prudencia de éste.”
El catalanismo al desnudo.