Olga Krishtanóvskaya ofrece una dura e inquietante visión de los
Siete años de Putin en el Kremlin: “Con una tímida sonrisa y agradables palabras de democracia en los labios, Putin comenzó el duro trabajo de limpiar los establos de Augías. Bajo Yeltsin, el principio de mando único fue infringido y surgieron centros independientes de poder: el Parlamento, los grandes empresarios, la élite regional, los medios de comunicación. Había que terminar con esta situación, ponerlos bajo su control. El pluralismo era visto por el equipo de Putin como un caos al que había que poner fin. En verano de 2000, al comienzo de su mandato, Putin privó a los rebeldes gobernadores de su poder: los expulsó de la Cámara alta del Parlamento y puso por encima de ellos a sus representantes plenipotenciarios, en su mayoría, militares. Los gobernadores se quejan entre dientes, pero se someten. Tres años más tarde termina con las elecciones directas de los gobernadores.”