Parece que aumenta el número de voces que exige al PP que vuelva a la normalidad democrática. Y todo indica que la gota que colmó el vaso es la petición de un referendum sobre el estatuto catalán. Eso es bueno: si tiene éxito la estrategia de la crispación, nunca dejará de haberla. Rafael Torres: “Pues es ilegal lo que Rajoy propone, ya que la Constitución, a la que tanto apego tiene, se encarga de discernir qué cosas pueden someterse a consulta pública, y ésta no; huelgan más comentarios al respecto que los susodichos del desnortamiento y la impotencia, pero esa actitud enfebrecida y convulsa revela el mal de fondo, la clave de la crisis por la que, por sus recurrentes errores, atraviesa el principal o único partido de la oposición: en vez de abordar la realidad tal cual verdaderamente es para fundamentar sus críticas y construir sus alternativas, el PP se inventa la realidad y espera, encima, que ésta se adapte enteramente a su invento. Y la realidad, que el pragmático Piqué ha columbrado enseguida, es que el texto de reforma del Estatut catalán, tal como ha quedado tras las negociaciones, es perfectamente asumible por su partido, a menos que éste se empecine en tomar el camino de en medio de la secesión, pues, en puridad, no sólo la unidad de España no corre el menor peligro con el nuevo Estatut, sino que parece que el PP se encarga, con su actitud, de que lo corra.” La brújula perdida del PP.