Confieso que a mí la prosa española de principios de siglo me cansa; también confieso que mi conocimiento es universitario: una lectura actual quizás cambiase radicalmente mi visión. Por ejemplo, leí hace relativamente poco el Juan de Mairena y es una maravilla, claro que no es ficción. Mi adolescencia tardía se identificó mucho más con las dudas angustiosas unamunianas que con la narrativa lenta de Baroja o Azorín. (No incluyo aquí a Valle porque él nunca escribió estrictamente prosa). José María Romera reivindica a Baroja como casi único superviviente literario de aquella generación: “Se cumple este año el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento. De acuerdo con los rituales conmemoratorios al uso, habría que esperar un sinfín de congresos, exposiciones, conferencias y actos diversos en su honor y memoria. Y especialmente en la tierra que le vio nacer, llámese San Sebastián, Guipúzcoa o País Vasco. Pues precisamente aquí es donde se ha rechazado estos días una propuesta para homenajearlo cumplidamente por vía oficial. Los opositores a la iniciativa han estimado que la talla de don Pío no alcanzaba para un homenaje individual y que lo mejor sería incluirlo en un paquete de reconocimientos protocolarios junto a varios hombres de letras no precisamente de primera fila nacidos en 1906. Como si lo echaran a una fosa común.” Molesto.