Miguel Santa Olalla recupera el pensamiento de algunos filósofos que en el Medioevo iniciaron el pensamiento laico, o mejor dicho, promovieron la separación de Iglesia y Estado. Se lamenta, también, de lo cerca que volvemos a estar de aquella época, y finalmente se plantea algunas cuestiones respecto de la democracia y la moral: “No parece prudente esperar de un presidente musulmán que fomente valores laicistas, o confiar en que un presidente ateo vaya a potenciar las subvenciones a los grupos religiosos de cualquier credo. Y si a todo esto le añadimos la presencia religiosa y política en grandes medios de comunicación, grandes editoriales (también las de libros de texto) y demás, el asunto se complica demasiado. En el vaivén de todas estas ideas, mi conclusión suele ser cauta: la democracia no es, ni mucho menos, ese reino del lógos que se nos vende. La ideología, pero también la pasión y el sentimiento, juegan en política un papel mucho más importante de lo que nos pensamos.”
Iglesia y estado.