En EEUU, el reciente escándalo Abramoff promete, ahora que ha llegado a los tribunales. Saldrá a la luz la corrupción del partido Republicano y buena parte de su maquinaria electoral. Esto incrementa la debilidad de Bush y por tanto la de EEUU en el exterior. Por cierto, a mí me gusta más la palabra cabildero, que lobbista. Mario Diament: “Hasta que se declaró culpable de conspiración, evasión fiscal y fraude, y aceptó convertirse en el testigo de cargo de la fiscalía, Jack Abramoff era uno de los lobbistas más poderosos de Washington. A los 47 años, había logrado acumular millones defraudando a las tribus indias interesadas en instalar casinos, gracias a una aceitada maquinaria de distribución de sobornos cuya extensión tiene hoy en vilo al tout político. Abramoff nunca se molestó en disimular sus métodos. Abrió dos restaurantes cerca del Capitolio, donde invitaba a congresistas; contrató palcos especiales en los principales eventos deportivos para distribuir entre sus amigos; invitó a congresistas a jugar golf en Escocia; creó fundaciones para canalizar fondos no declarados, y hasta produjo dos películas.” El ascenso y la caída de un lobbista.