En un país normal, quiero decir, en un país donde las matanzas no son la orden del día, no hay nada más despreciable ni rastrero que un gobernante que desprecia a las personas creativas, trabajen éstas en las artes o en las ciencias. Ese gobernante está dirigiendo a su país al fracaso; luego vienen los desastres, el hambre, el peligro personal. Norberto Firpo, en
Sonrojos de la materia gris, escribe sobre el caso de Argentina y dice que “Algo es cierto: la materia gris nativa demuestra ser, a cada rato, el más espléndido de los recursos naturales del país, pero también el más despreciado, necia y tristemente.”