Coincido con lo expresado en el primer párrafo y en el último del texto de Javier Orrico, La mala LOE. El resto, lo del medio, es insistir en los modos y la jerga pepera (ignora la filiación política del autor), aunque con algo más de clase: mucho insulto, mucha manipulación de los datos, mucha imaginación. Pero su crítica de la LOE, la que está limpia (o casi) de partidismos y mediastintas, es exacta: “Por lo demás, los principios pedagógicos y organizativo-ideológicos que han llevado a la ruina a nuestra educación, el odio a la cultura y el igualitarismo enemigo del mérito, se refuerzan. Los chicos seguirán así llegando a los institutos desde una primaria en la que no se pasa de enseñar el río del pueblo, habituados a “progresar adecuadamente” en la ignorancia compartida, para verse obligados a discurrir por un camino único que les niega la libertad de elegir lo que quieren y de comprometerse con ello. Seguirán en la infancia permanente a que los condena el ‘progresismo’, mientras los hijos de la burguesía (y de Montilla) se pagan buenos colegios ingleses y alemanes, para ir después a las mejores universidades extranjeras. El orden social, la paz de los corderos.”