Gaudencio Villas: “Había una época en la que ser español, y casi me atrevo a decir que italiano, aunque menos, era una cosa muy seria. Eran tiempos en los que se exigía una estrecha vinculación, un enraizamiento verdadero con nuestro país para gozar del privilegio de ostentar nuestro pasaporte. Hoy, los tiempos han cambiado. En el caso del deporte hasta límites sorprendentes. ¿Que a la selección española de balonmano le hace falta un pivote?, pues cogen a un señor de Tayikistán y lo transforman en asturiano de un plumazo. ¿Que no ganamos en natación ni una chapa de Coca-Cola en las olimpiadas? Pillan a una nadadora rusa jovencita y con futuro, le ponen un pisito en la playa de Tavernes y ya está convertida en valenciana. ¿Que el Madrid necesita rellenar su plantilla con españoles nacidos en Pernambuco? Aquí tiene usted unos cuantos pasaportes y ya les irá poniendo el nombre según vayan llegando. Tuvimos hasta un alemán que chapurreaba cuatro palabrejas de castellano y que, si no es porque fue cazado tomando fármacos prohibidos, hubiera sido capaz de atiborrarnos de medallas en unos juegos olímpicos de invierno, estación obviamente más propicia para un prusiano que para los españoles.”
Regalando pasaportes.