En La monarquía imposible Manuel Montero parece sostener que la monarquía ya cumplió su papel de estabilizador de la democracia, aunque termina deseando su continuidad. “Su legitimidad popular y política, hoy por hoy, proviene, ante todo, de que ha servido para asegurar normalidades democráticas. No es poco —mejor: es mucho—, pero se diría que una institución de arcaísmo esencial como ésta debería encarnar públicamente —no sólo de forma tácita— algún tipo de valores tradicionales (más o menos modernizados), la continuidad histórica, la representación ininterrumpida de la colectividad nacional, la unidad de las sucesiones generacionales… No sé, algo así como cierto oropel cercano pero al tiempo inaprensible para el común, algún tipo de lujo vital que la asemeje a los reyes, príncipes y princesas de los sueños infantiles, cierta celebridad ancestral, algún misterio secular o el eco de los tiempo pretéritos. Nada de esto figura en los atributos que se incluyen habitualmente en los avales legitimadores de esta Monarquía de treinta años. Para bien y para mal.”
2005-11-22 15:15 Lo que dice de los Borbones (a todo esto, franceses, siempre muy queridos por los españoles) y catalanes, la verdad, no le encuentro mucho sentido. Puestos a pensar en esos 300 años, es más fácil pensar en la guerra de sucesión que se produjo tras el paso de la Corona de Austria a Borbón. Un bonito conflicto, en el que se perdieron, entre otros territorios, el de Gibraltar.
No, no sería de recibo sacar a la palestra que los Borbones fueran el detonante de la pérdida del famoso peñón.