Esto del sudoku me recuerda a la fiebre que hubo ¿a finales de los 80? con el cubo Rubik: ¿alguien no intentó resolverlo? Te lo encontrabas a la venta hasta en las charcuterías. Yo conseguí cuadrar dos caras. No caeré esta vez en la tentación, porque a mí, como a Felix J. Palma, no me gustan los pasatiempos: “Esta animadversión mía por los pasatiempos me hace sentir como un apestado, pues vivimos en un país en el que se publican más de cien revistas especializadas en esta clase de esparcimientos mentales. Desde que a principio de los años veinte Novejarque publicara en el suplemento Blanco y Negro el primer crucigrama, sus adictos no han dejado de crecer y multiplicarse. Ciclistas, toreros y futbolistas se emplean en completarlos para matar el tiempo en las concentraciones, y se dice que el escritor Vizcaíno Casas resolvía religiosamente el de La Vanguardia antes de irse a la cama. Los consumidores de acertijos son una gran familia, en fin, de la que me siento excluido.” El sudoku.