Eduardo Alonso: “La onomástica es un formidable espejo de los cambios sociales. Pasó la moda posmoderna de las Sheilas y Dessirés, y ahora hay miles de españoles que se llaman Hassan, Ahmed Yasmin, Aisha. En los años de la transición más de un progre entusiasta llamó a su hija Libertad, Autonomía o Constitución, pobrecitas, hoy mujeres casi treintañeras con un nombre cuyo referente está en manos de cirujanos dermoestéticos que andan a la greña. La democracia abrió la puerta a los nombres vernáculos, a Xoan, Xuan, Jon, Joan…, y Edurne o Neus convivieron con las Nieves castellanas. Pero aquella decisión no ha arraigado, salvo en Cataluña. Los españolitos nacidos en 2004, y entre ellos los 49.000 nuevos valencianos, se llaman igual en todas partes: Lucía, Paula, María, Pablo, David, Alejandro (Álex), Daniel…, esos fueron los nombres más repetidos. Los papás de hoy no buscan para sus hijos el nombre antiguo o del santo patrón. Quieren nombres sin riesgo, cortos, eufónicos y funcionales. ¿Es así la sociedad española, laica, conservadora y pragmática?”
Nombres regios y plebeyos.