Se promete mucho el ordenador por alumno, pero década tras década las bibliotecas escolares se mantienen inalterables, igual de cutres, igual de vacías, igual de inútiles. Escasísimos libros, malísima selección, espacios ridículos y nula, cuando existente, preparación del biblotecario, profesor a la sazón. “En este contexto se hace más necesaria que nunca una biblioteca escolar dotada de todos los recursos educativos e informativos, de documentos en cualquier soporte, de mobiliario adaptado a los mismos y de unas infraestructuras con amplios y luminosos espacios, con decoraciones atractivas, con buenas colecciones bibliográficas y, desde luego, con equipos que permitan acceder a la información en cualquier lugar del mundo de forma instantánea. [Y con un bibliotecario] debidamente formado en biblioteconomía y en pedagogía, que organice la información y los documentos que la contienen, que sepa ponerlos al servicio de los usuarios, capaz de ofrecer la adecuada formación documental y con suficientes recursos como para atraer a los niños y jóvenes hacia el mundo de la lectura y el conocimiento.” José Antonio Camacho Espinosa, Bibliotecas escolares: otro mundo posible.