Eduardo Hario Tecglen ha muerto, y con él desaparece una forma única de hacer columnismo. Su estilo sincopado, contrastivo, de frases cortas y sencillas, el contrapunto constante… la claridad de ideas, la enorme capacidad de entralazar conceptos y sucesos separados por el tiempo o la cultura. Quizás perdemos a la voz más independiente de cuantas pueblan el periodismo actual. Tecglen era también una queja lánguida, una protesta desesperanzada, un cronista incómodo que sabía que sus botellas al mar no alcanzaban orilla alguna.
Cuba es su último artículo.