Opino (digo opino porque no me interesa expresar nada tajantemente) que hay escritores fin-de-una-época o trayectoria de la cultura. Tienden a convertir avenidas que pensábamos infinitas y anchas en callejones sin salida. En nuestra lengua, Borges era uno (y creo que la alegría dandy de Manuel Peyrou es un buen antídoto); Beckett lo fue para el teatro moderno, aunque creo que Beckett dejó una salida al callejón: la risa. Una risa sin alegría, pero que puede ser transformada en ferocidad para llegar a algo nuevo, quizá al universo punk y de ahí de nuevo a la risa. Alegre, si tenemos suerte. Pinter, el nuevo Nobel, intentó dar una salida por otro lado al callejón sin salida que parecía ser Beckett, por el lado dela seriedad, volviendo a abrir la herida de la soledad del ser urbano. Bueno, esto parece más una entrada de blog que una nota en este Libro. Lo que me llevó a ella es una nota de Leoncio González: “Pinter rescató a la escena de su país, y de paso a la universal, del callejón sin salida al que la había conducido Beckett. Es un pos-Godot que demostró que el teatro no sólo no lo había dicho todo, sino que aún lo tiene casi todo por decir. Lástima que aquí se le represente tan poco.” El pos-Godot.