Un informático crea un juego que consiste en matar cófrades; las cofradías lo denuncian y es detenido y enjuiciado por atentar contra los sentimientos religiosos y contra la propiedad industrial. Arturo Pérez Reverte, Matando cofrades: “Lo que ya no veo claro es que esas cofradías hayan convertido sus imágenes religiosas en símbolo de una determinada Sevilla, la que ellos manejan, marcas registradas incluidas, pero no estén dispuestos a comerse las duras tanto como las maduras; a encajar críticas que en realidad no van contra imágenes que a cualquier no creyente [...] le importan un carajo, sino contra esa determinada Sevilla, que a unos gusta mucho y a otros repatea el hígado, que utiliza tales imágenes como pretexto, escudo o bandera. El punto es delicado, y sólo los muy ecuánimes podrían trazar la línea que separa la blasfemia gratuita de la crítica social. Cuando uno se apropia de símbolos, ejerce el poder y medra gracias a ellos, se expone a que esos símbolos, como él mismo, se vean cuestionados, criticados y atacados. No encajar las reglas del juego con deportividad [...] difumina la distancia que media, por ejemplo, entre este estúpido asunto y aquellas multas y detenciones de hace medio siglo por blasfemia, o aquellos prisioneros fusilados después de la guerra civil por destruir imágenes religiosas cuando la quema de conventos.” [Ref.: Escolar]