El divismo me cansa. No tengo la paciencia y carezco de los mecanismos psicológicos que hacen falta para admirar a una persona incondicionalmente. Tiendo a admirar el trabajo y el comportamiento en ciertas situaciones. Quizá sea por esto por lo que nunca he sido admirador de Greta Garbo. Lisandro Otero: “Llegó a constituir una leyenda en vida. En sus dieciséis años en Hollywood hizo veinticuatro filmes, de ellos fueron rodados catorce con sonido. La mujer enigmática, velada, seductora y nebulosa excitó la curiosidad de sus contemporáneos. Garbo no firmaba autógrafos, no concedía entrevistas, no asistía a las premiéres, no respondía el correo de sus fanáticos. Ese muro impenetrable excitaba la curiosidad del público y multiplicaba la cacería infructuosa de la prensa. Algunos que la conocieron atribuían su reclusión a un carácter deprimido, a los abatimientos de una neurótica desesperada que motivaban su escapatoria del mundo. Sin embargo, cuando abandonó su carrera a la temprana edad de treinta y seis años continuó cultivando su carácter insociable y retraído. Su famosa frase I want to be alone (quiero estar sola) se convirtió en una fórmula que la identificaba, como una marca de fábrica. Fue sobrenombrada La Divina por su rostro perfecto, mirada lánguida, ojos azules grisáceos, pestañas largas.” Garbo, la divina.